lunes, 25 de marzo de 2013

La magia de la naturaleza


¡Hola amigos!

¿Qué puede ser más grato que estar sentados sobre el banco rústico de un merendero de madera, bajo la sombra de gentiles pinos floridos, cubiertos por jóvenes hojas recién brotadas? Muy cerca de árboles entre los que vuelan pequeños, entusiasmados y alegres gorriones, verdecillos y mirlos, que nos alegran con sus acrobacias, juegos y cantos... 

                         



Así damos inicio a la primavera, rodeados de paz, de brisa suave y de sol que acaricia y entibiece los cuerpos anhelantes, aún fríos por el invierno que ansiábamos despedir.


Los simpáticos gorrioncillos se acercan sin temor; uno de ellos se posa en un extremo de la mesa, sobre la que me apoyo para escribir, y me mira curioso. Tan pronto me muevo para observarle mejor, él extiende con rapidez sus pequeñas alas y vuela a la rama más cercana, veloz, atrevido… tierno y hermoso.



Aún estoy sorprendida por el guiño amistoso que acabo de recibir, cuando llegan otros tres y se posan en el suelo, muy cerca. Uno de ellos elige un pequeño espacio de tierra desnuda, que resalta entre la alfombra de hojas, y parece darse un chapuzón. 

Sus patitas están recogidas en el centro y se mueve en círculos, pareciera que su barriguita roza el piso. Lo miro curiosa, él continua con lo que está haciendo sin inmutarse, mientras sus compañeros picotean las hojas y caminan con agilidad... Después de unos segundos pienso que puede estar lastimado, y recuerdo que estoy muy cerca de la facultad de veterinaria y tiene hospital, qué suerte. Aun así, antes de agarrarlo, decido observarlo un poco más, porque la forma en que llegó no es la de un pajarito herido.

De tanto moverse hace un pequeño hueco entre la tierra, y roza su cabecita contra los bordes, algo parecido a lo que hace mi perrito con su cojín y los sillones, cuando está recién bañado. Dos nuevos amigos se le acercan, dan pequeños saltos, parece que se comunican con sonidos y los cinco emprenden el vuelo, felices.

Supongo que lo que acabo de presenciar no es un baño primaveral de tierra, si no un ritual en pos de conquista o tal vez un juego… En todo caso, me considero afortunada por haber tenido la suerte de estar en el momento preciso y en el lugar apropiado para contemplarles. 

Me encantan los pequeños pajarillos, verles en libertad, escuchar sus cantos y sonreír ante la ternura que me hacen sentir y la gracia de sus movimientos.

Seguramente debí haber tomado la cámara y capturar el momento que probablemente no volveré a presenciar, pero no quería perderme un instante y estaba preocupada; de manera que asigno a mi memoria el encargo de recordar su jovialidad, su espontaneidad, su generosidad. Solo parte de lo que nos trae la primavera


  
Los planes para la tarde parecían simples, incluso aburridos y algo fastidiosos, porque tenía que hacer de chófer y esperar en varios lugares, de manera que opté por llevarme el portátil y comenzar a leer: “Amina y Zahir, dos almas gemelas”, que ofrece sus primeros capítulos, para descarga gratis, en este enlace: 


La primera hora y media de espera tuvo lugar en el centro de la ciudad, estacionada en doble fila, con las intermitentes puestas y pendiente de que no me multaran, de manera que no pude avanzar ni disfrutar mucho de la lectura. 

Aun así, me di cuenta de que es una historia interesante, diferente y cautivadora, en la que viajaré a través del tiempo y la geografía; por ello decidí que la empezaría de nuevo, en un ambiente de paz.

Lo encontré al llegar a la universidad, bajo los pinos. Aquí pude ambientarme rápidamente y transportarme al pequeño pueblo asturiano en el que comienza, para vivir los juegos y la angustia de Rodrigo y Elión, para buscar el color de los ojos de Amina entre los verdes primaverales…

La batería del ordenador se agotó y la tarde aún era maravillosa, llena de luz y energía; de manera que opté por sacar papel y lápiz, y contarles lo mucho que me gusta esta estación, la naturaleza, la brisa que al acariciar mi rostro me habla de lo que ha encontrando en su recorrido, y el sol discreto que se cuela entre las ramas, para forjar las sombras en movimiento que me entretienen con su danza…  

Un poco más allá, crecen varios naranjos floridos que me atraen por su belleza y perfume, de manera que me acerqué para compartirles la foto de uno de sus ramilletes de azahar. Belleza y olor presentes en bodas, colonias y memorias… 


En la ciudad donde vivo tenemos la fortuna de que, en primavera, nuestras calles huelen a azahar, créanme que es riquísimo caminar y respirar profundo para sentir su aroma…  

Mi tarde se enriquece además con la presencia de montones de estudiantes. Jóvenes que avivan viejos recuerdos y me dejan con las ganas de viajar al pasado, para revivir años hermosos, llenos de luz y colorido, como lo que encuentro en el mundo que me rodea.

Alguno recorre su camino en solitario, pensativo… otros caminan en grupo, apresurados, llenos de energía, sonriendo; probablemente han salido bien en un examen o están ansiosos de empezar la fiesta del fin de semana… Los hay que parecen cansados, tal vez, como los pajaritos, con el atardecer necesitan acercarse a su árbol protector, para refugiarse y descansar o hacer los trabajos pendientes.

El suyo es un mundo fantástico, rebosante de vida, de ganas, esplendor y sueños. Radiante como las flores que engalanan, perfuman y alegran nuestras calles, jardines, campos y parques: hortensias, rosas, lavanda… como las pequeñas margaritas que encontramos por doquier. Como el Cercis, árbol del amor, los cerezos y avellanos que enriquecen a las praderas... 



Es maravilloso que podamos deleitarnos con la primavera, contagiarnos con la juventud...  Que podamos disfrutar de la libertad, el sol, el cielo… Que la naturaleza nos regale su grandeza, su simpleza... Me gusta que podamos hallar en cada día una pequeña melodía.


 La primavera


Danzan árboles y plantas en un concierto esperado,

y la dicha se apodera de cada rostro maravillado.

Belleza y olor despiertan adormilados sentidos…

Luz y color, musa de creadores furtivos.

Borra el arcoíris cualquier padecer,

y nos indica sonriente que el invierno tardará en volver.


Trinan los pajarillos dando inicio a la mañana…

Curiosa el alba nos saluda a través de la ventana.

Con sonrientes buenos días se inicia la hermosa melodía,

y el anciano se contagia y recobra su alegría.

Matices conocidos embargan a los agradecidos…

Se entusiasman los tristes, los solitarios y los anochecidos.


MQA









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