¡Hola queridos amigos!
Os invito a conocer un poco de esa enfermedad tan terrible que ataca a todos por igual, el cáncer.
Hoy, 15 de febrero, conmemoramos el Día Internacional del
Cáncer Infantil. Una fecha que se fijó para que los estados, los profesionales
y la población, unamos esfuerzos a fin de que todos los niños con cáncer puedan
ser diagnosticados a tiempo, y reciban el tratamiento adecuado.
De momento, solo la detección temprana de la enfermedad y
los recursos económicos marcan la diferencia entre la vida y la muerte; prueba
de ello es que en los países desarrollados se salvan cada vez más pacientes, un total que supera el 70 %, mientras que en los demás se habla de un 15 %.
Este terrible mal se origina de la siguiente forma:
El ADN está formado por dos cadenas complementarias que
están unidas entre sí y forman una doble hélice. A su vez, las cadenas están
compuestas por unidades básicas denominadas Nucleótidos.
Para que una célula pueda dividirse en dos, es preciso que las
cadenas se separen y el ADN haga una copia de sí mismo. Al hacerlo, cada cadena
forma una nueva cadena complementaria.
La cadena es muy larga, de manera que, a veces, se producen
errores impredecibles en los Nucleótidos de la cadena complementaria. Normalmente, los errores son solucionados por
otras moléculas especializadas, pero si alguno de ellos no se repara se produce
una mutación genética.
Cuando el error se encuentra en una zona del ADN que codifica
a un gen, la mutación afecta a la vida de la célula y ésta empieza a dividirse
con más rapidez de la usual, generando células hijas que contienen el ADN
mutado. Las nuevas células, con ADN mutado, continúan multiplicándose de la
misma forma y desarrollan tamaños y morfologías anormales.
Estas células se llaman cancerígenas y, al multiplicarse con
tanta velocidad, consumen más de lo normal y se alimentan de los nutrientes y
la energía del paciente, debilitando sus defensas. Si no se detienen a tiempo,
llega un momento en el que hay tantas que destruyen órganos, tejidos… y cuando
esto pasa se llama metástasis.
Es sumamente importante que conozcamos y estemos alerta con
los signos que pueden indicarnos la presencia de esta enfermedad en nuestros
niños y, si observamos alguno de ellos, llevarlos al médico lo antes posible
porque la multiplicación de las células cancerígenas es muy rápida y letal.
Los síntomas de cáncer más comunes son:
-Mareos
-Dificultad para respirar
-Dolor persistente en huesos y articulaciones
-Dolor de abdomen
-Fiebre sin causas o por más de una semana
-Moretones o sangrado de nariz o encías
-Crecimiento tumoral o de ganglios
-Picazón en el cuerpo sin lesiones en la piel
-Puntos rojos en la piel / piel enrojecida
-Cansancio fácil, palidez y anemia súbita
-Pérdida de peso
-Sudoración abundante sin causa alguna
-Abdomen que crece rápidamente
-Infección que no mejora
-Dolor de cabeza y vómitos por la mañana y por varios días
-Mancha blanca en el ojo cuando le da la luz.
Estos síntomas no siempre son indicativos de que hay un
cáncer, pero si se confirmara que es así, el tiempo que tardemos en hacerle
caso puede representar la diferencia entre la vida y la muerte.
¡El tiempo importa, y mucho! También es importante que sean
tratados, si es posible, en un hospital que cuente con Unidad de Oncología
Pediátrica, para que los pequeños estén en las mejores manos y equipos.
De acuerdo a la Agencia Internacional de Investigación sobre
el Cáncer, los cánceres infantiles más comunes son:
La leucemia: gran producción de glóbulos blancos anormales,
que invaden la médula y destruyen las células sanas de la sangre. Se presenta
con más frecuencia en niños entre 2 y 8 años y en el 70 % de los casos es
curable. La leucemia se manifiesta con anemia, infecciones o moretones.
Tumores en el sistema nervioso central: estos tumores pueden
ser benignos o malignos y se quitan con cirugía, pero su localización, en el
cerebro y en la médula espinal, hace difícil el tratamiento y la extirpación; de
manera que, lamentablemente, los resultados no son tan exitosos como en otros
tipos de cáncer.
Tumores en los huesos, osteosarcomas: generalmente se
presentan en los adolescentes, y el promedio de pacientes que logran curarse
está sobre el 80 %.
El cáncer del sistema linfático: hay dos variedades, enfermedad
de Hodgkin y No-Hodgkin. La segunda es la que se presenta con más frecuencia en
los niños, y ambas tienen un alto porcentaje de curación.
El neuroblastoma: es un tumor que aparece en niños pequeños,
generalmente antes de los 5 años, y las células cancerosas están en el tejido nervioso
de la glándula suprarrenal, el cuello, el tórax o la médula espinal. Se
disemina rápidamente y en general es diagnosticado una vez que se ha esparcido,
aun así, las posibilidades de vivir son altas.
El rabdomiosarcoma: es un sarcoma, tumor maligno, que se produce en los músculos que se insertan en
los huesos para producir el movimiento. Es extremadamente dañino, aunque,
afortunadamente no muy común.
Tumor de Wilms: se desarrolla en el hígado y hace metástasis
rápidamente. Gracias a los avances científicos, es controlable en la mayoría de
los casos mediante la combinación de cirugía, radioterapia y quimioterapia.
El retinoblastoma: es un tumor ocular que se cura en el 95 %
de los casos, aunque a veces compromete la visión.
Los signos, síntomas, tiempos y pronósticos de la enfermedad
y su tratamiento, varían de acuerdo al tipo de cáncer, al desarrollo que tenga
al momento de tratarlo, y a la respuesta del paciente a la medicación.
Aun en los casos en que el tumor está bien focalizado y la
cirugía, con o sin trasplante, sea exitosa, es frecuente utilizar quimioterapia
para eliminar cualquier resto de células cancerígenas que puedan quedar o
reproducirse.
La quimio se suministra por vía intravenosa u oral, siendo
necesaria su aplicación intratecal, inyectarla
en el líquido cefalorraquídeo mediante un procedimiento similar a una punción
lumbar, en los casos de leucemia aguda. La frecuencia en que se aplica varía,
a veces es preciso que los pequeños pacientes la reciban a diario, otras
semanalmente... Incluso es posible que el médico tenga que dividir el
tratamiento en varios ciclos, para que puedan descansar y recuperarse de sus
efectos.
Se emplea además la radioterapia, que consiste en irradiar la zona afectada con la finalidad de eliminar
tanto tumores como células cancerígenas. La radiación puede ser externa,
interna y sistemática, y depende del tipo de cáncer y de los tejidos u órganos
cercanos que pueden verse afectados por ella. En muchos casos se aplica además
de la quimioterapia y / o cirugía, y también tiene efectos secundarios.
El diagnóstico a tiempo es clave y los efectos secundarios
de estos tratamientos son muy fuertes, por eso los objetivos del Día Internacional
del Cáncer Infantil, de este año, son: concienciar a la gente para que esté
alerta, y alcanzar el apoyo necesario para trabajar en la reducción de los
efectos secundarios.
Es cierto que hay medicamentos y terapias de ayuda como el
trasplante de médula ósea o trasplante de células madre, con lo que se ayuda a restituir
lo dañado, pero hace falta mucho más en este sentido.
¿Cómo actuar si tenemos un niño con cáncer?
Lo que puedo deciros es que los padres somos los que recibimos las noticias de todo lo
concerniente a nuestros hijos y, ante algo así, la reacción suele ser de
desespero, angustia, desorientación, negación… Es muy difícil aceptar que una
enfermedad tan devastadora afecta a algún miembro de la familia y más si se
trata de nuestro niño.
Cuando nos dicen que nuestro hijo tiene cáncer la incertidumbre es total y hace falta la ayuda de
profesionales de la salud y afines para salir adelante, para encontrar la mejor
solución, para aceptarlo, para entender que no hay culpables, que no es un
castigo, que todas nuestras energías deben estar centradas en superarlo. Que
tenemos que evitar que los pequeños perciban la angustia, las interrogantes y
el gran peso que nos aplasta. En este punto, las experiencias que se comparten
en las asociaciones de padres de niños con cáncer son de gran ayuda.
Para los niños, los adultos somos “los fuertes, los
que sabemos”, por eso es sumamente importante que no desfallezcamos. Que
estemos al tanto de lo que puede acontecer para hacerle frente, y que
intentemos siempre ofrecerles la mayor “normalidad” posible.
La comunicación con los especialistas es clave para saber
cómo ayudarles a superar los episodios de náuseas, vómitos, cansancio, anemia,
pérdida del cabello, sangrado anormal, infecciones debido a la destrucción de
la médula ósea… La separación de sus rutinas, de sus amigos… y demás consecuencias que no solo se
presentarán mientras padezcan la enfermedad, sino también a largo plazo.
La manera de enfocarlo difiere de acuerdo a la edad de los
pacientes, si son niños muy pequeños no tenemos que decirle gran cosa porque no
nos entenderán, pero confiarán en nosotros porque somos los superhéroes que
resolvemos todo, los que sabemos todo.
Si son más grandecitos entonces tenemos que hablarles claro
y explicarles los cambios. Hacerlo sin alarmarlos, transmitiéndoles la
seguridad que probablemente no tengamos, pero que ellos necesitan.
Al ser niños tienen más alegría, más ganas de vivir y no les afectará tanto lo que sucede si nuestra actitud no es derrotista. Una actitud positiva frente a la enfermedad les, y nos, ayudará en todos los aspectos.
Siempre debemos tener presente que el por qué no es
importante, que lo que cuenta es el querer curarse, el seguir las
instrucciones, el confiar y amar la vida, y eso es lo que debemos contagiarles para
que acepten los retos sin decaer.
A medida que van creciendo les surgirán miedos, dudas… y si
son adolescentes debemos hablarles claramente porque si no perderán su
confianza en nosotros y no seremos el apoyo fiable que necesitan.
En cualquier caso y en cualquier edad, el cariño y el apoyo
de la familia es fundamental, en esos momentos tan duros que enfrentaremos,
no pongamos jamás nuestro dolor ante el amor hacia ellos, ante el deber de
aminorar sus sufrimientos.
Nuestra vida cambia, la de ellos también... y además lo padecen.
A nosotros nos duele al alma, a ellos el cuerpo y el alma. Ellos tienen que
sobrellevar el malestar, el aislamiento e incluso la soledad, porque dejan de
ir a la escuela, se separan de los amigos, o los amigos se apartan de ellos, y
ellos los necesitan. Su rutina cambia y son muy niños para entender lo que
ocurre, en nosotros está el buscar la forma de que esos cambios no sean tan
bruscos, que estén en contacto con otros
niños...
Recordemos siempre que son solo niños que quieren y necesitan vivir, ser felices. Que lo que nos dan es mucho más de lo que les damos, que confían plenamente en nosotros. Que nos aman sobre todo.
Antes de despedirme quiero agradecer la colaboración de mi hija Sharon, porque
su explicación sencilla sobre la cadena de ADN me ha servido para entender cómo
sucede la mutación. Quiero además dejaros este enlace que me pareció interesante para los pequeños pacientes.
¡Hasta otro día amigos!, y si ese niño con cáncer no está en vuestra casa pero lo conocéis, espero que lo visitéis, que dejéis que vuestro hijo comparta con él, que le regaléis una sonrisa, un poco de cariño...
Y, por supuesto, ojalá que se logren esos propósitos por los que hoy se lucha, y que cada vez la vida de quienes tienen que convivir con este terrible mal se haga más llevadera. Recuerden, ¡alerta con los síntomas, la detección temprana es fundamental!
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