viernes, 25 de octubre de 2013

Manolo Escobar

¡Hola queridos amigos!

Como saben, ayer falleció uno de los grandes artistas de la música española, Manolo Escobar. Había nacido en El Ejido, Almería, el 19 de octubre de 1931, y se fue a consecuencia de un cáncer de colon que le diagnosticaron en el 2010.

Si quieren conocer su biografía, por favor sigan leyendo, si quieren saber cómo lo recuerdo, pueden pasar al párrafo con el asterisco, *

Era el quinto de diez hermanos. Su familia tenía raíces campesinas y, como todos, en aquellos años duros de conflicto y miseria por la guerra y la posguerra, sus padres tuvieron que buscar la mejor forma de sacar adelante a la numerosa familia.

Al leer su biografía me imagino a un padre fuerte, el cabeza de familia de la época, el que decidía. Él que se encargaba de buscar el sustento, primero con una casa de huéspedes, luego como comerciante y posteriormente como empresario. Él montó el primer cine del pueblo.

Su madre aparece en un plano más discreto, como las mujeres de entonces.  A ella dedica la canción “Madrecita María del Carmen”, de ella toma el apellido con que le conoceremos, Escobar, signos indiscutibles del amor que sentía, de lo importante que fue en su vida.


De su padre, Antonio García, heredó la predilección por la cultura y el amor a la música. Fue un hombre que quiso que sus hijos se formaran y en la casa de huéspedes que regentaba vivió el profesor Antonio Manzano, con quien aprendieron música. 

Bajo la tutela de su profesor, los hermanos Salvador, Baldomero y Manolo, integraron un grupo que empezó tocando en el cine de su padre para entretener al público, mientras don Antonio cambiaba el rollo de la película. Gustaron a la gente y pronto empezaron a tocar en bodas y fiestas, y se hicieron conocidos con el nombre de “Los hijos de Antonio García”.

Cuando Manolo Escobar tenía quince años, en 1946, marchó a Barcelona con sus hermanos Baldomero y Salvador, y al poco tiempo se les unió el resto de la familia.

Su pasión por la música hizo que, mientras desempeñaba distintas labores para ganarse la vida y sacaba las oposiciones para trabajar en correos, participara en todos los concursos de baile y canto que podía.

Hizo su servicio militar en Marruecos, a principios de los 50, y allí conoció a un sobrino de don José María Nadal, y a través de él fue invitado a participar en un programa que promocionaba artistas noveles en Radio Barcelona. Asistió con Juan Gabriel, el hermano que compondría muchas de sus canciones, y se presentaron como “Manolo Escobar y su guitarrista Juanito García”. El éxito fue total.

Siguiendo los consejos de su mentor, el señor Nadal, parte de los hermanos García formaron un grupo que se llamó “Manolo Escobar y sus guitarras”, crearon “el sonido Escobar”, grabaron su primer disco y ganaron fama.

El 10 de diciembre de 1959 contrajo matrimonio, en Colonia, con la alemana Ana Marx, a la que había conocido durante una presentación en Playa de Aro.

En 1961 debutó como solista en Córdoba y, tras este inicio, vivió sus mejores años musicales que comprenden las décadas de los 60 y 70. En 1963 inició su prolífica carrera cinematográfica, con la película “Los guerrilleros” y la dejó en los 80.

En 1978 la pareja adoptó a Vanessa, el ángel que colmó su felicidad.

Su enfermedad le obligó a suspender la última gira el mes pasado, con 82 años, tras haber sido merecedor de  40 Discos de Oro, la Medalla al Mérito del Trabajo en 2011, Hijo Predilecto de El Ejido, La Medalla al Tabajo President Macià, Medalla de Oro de la ciudad de Almería, distinciones de la Sociedad General de autores y un largo etcétera.  

Nunca dejó de renovarse y versionó canciones de otros con su estilo particular. Se mantuvo fiel a las rumbas y a los pasodobles, y atesoró casi dos mil obras de arte de su otra pasión: la pintura.

*Manolo Escobar no solo alegró verbenas y escenarios españoles, sino que traspasó las fronteras. Participó en las fiestas de los emigrantes que viajaron a América durante los 50 y 60, y entre ellos fue tan querido y valorado como en España. Aquellos desterrados por la necesidad hicieron del tema “Y viva España”, que popularizó en 1973, su himno. Un himno que despertaba la morriña con alegría. Que traía saudades con energía positiva, con emoción sana y cercana, a pesar de la distancia.

Tras el vals con que iniciaban el baile los nuevos esposos o la adolescente que cumplía sus 15 años, salían a la pista todos los invitados para bailar el emotivo e irresistible, animado y pegajoso: “Y viva España”, la pieza elegida con el corazón para cambiar de la preciosidad del vals, a la alegría del momento. Una dicha que duraba hasta que sonaba la última nota de la noche, que, para quienes hemos estado en Venezuela era “El alma llanera”.

Era perfecto combinar pop, salsa, merengue, rock… y bailes españoles. La pluralidad y el allá y acá que se enraizaban cada día más en quienes anhelaban y agradecían. Voz y música hacían que el corazón palpitara y el alma se alegrara.

Manolo Escobar llegó al pueblo porque cantó para él, porque no dejó de pertenecer a él. Sus letras eran sencillas y combinaban con la personalidad que transmitía, con la alegría que contagiaba, con la vida sin aspavientos publicitarios y de persona íntegra que vivió.

Sé que es común hablar bien de la gente una vez que se muere. En algunos casos el sentimiento es verdadero, en otros actúa el miedo a que “nos halen los pies por la noche” ;). Personalmente, me inclino por el silencio cuando considero que no tengo nada bueno que decir, digamos que cada quien es lo que es, o lo que nos parece que es, y nada cambia porque se haya ido. No hay por qué modificar nuestro pensar o darse golpes de pecho.

Él, sin embargo, merece mi agradecimiento por haber asistido, sin saberlo, a tantos momentos importantes y felices de mi vida, entre los que se encuentran las fiestas improvisadas que hacíamos entre amigos durante los años mozos, porque sí, tenemos el corazón mestizo, como nuestros padres. Con ellos aprendimos el valor de los orígenes y bailamos al ritmo del presente.

Ahora nos queda la imagen del hombre, del artista, los buenos momentos que repetiremos al ver o escuchar sus grabaciones, y nos quedan nuestros recuerdos en su compañía.

Hoy quiero evocar especialmente una noche de discoteca improvisada durante una fiesta familiar. Supongo que era 1977. Algo común porque entonces mis padres se reunían con sus amigos para jugar dominó y hacer parrillas los fines de semana, y, como nos juntábamos varios jóvenes de edades similares, armábamos pequeñas rumbitas en cualquier espacio con paredes disponibles para pegar unos cuantos afiches y un porta lámpara en el que colocar un bombillo de color. Daba igual si la puerta de entrada daba paso a un camión o el local solo tenía dos paredes, lo importante era la música para “mover el esqueleto” y percibir el olor de la parrilla que nos indicaba el momento del intermedio. :)

Aquel día se coló en la fiesta uno de los amigos de mi padre, supongo que interrumpieron la partida para ir al servicio o algo así. Lo cierto es que era un riojano fantástico, alegre, “bonchón” (fiestero), que se presentó cuando empezaba a sonar “El Porompompero”, y me dijo: -Vente a bailar-. 

Me sorprendió y obedecí. Entonces el buen hombre sacó sus más profundas raíces, ese arte que corre por la sangre española, pero no está en la mía, quizás recibí una transfusión al nacer porque de salero nada, así que me contagié con su entusiasmo y emoción, e intenté imitar a las bailadoras sevillanas.

Fue fantástico, único, confieso que es el baile que más recuerdo. Tan inesperado y bueno, que quedé con ganas de repetirlo, pero enseguida sonó una salsa y mi pareja se fue :(. Nunca me atreví a preguntarle si lo hizo porque no sabía bailar salsa, o porque mi estilo, carente de ritmo, lo asustó. :)

En memoria de la sonrisa que evoco cuando recuerdo al amigo Martín Muro y de los excelentes ratos que nos ha regalado Manolo Escobar, me despido con: “El porompompero”





No hay comentarios:

Publicar un comentario