miércoles, 25 de octubre de 2017

Para siempre...

La partida que, más o menos, tarde o temprano, nos preocupa.

No sé si has pensado alguna vez, dónde y cómo te gustaría morir, aunque imagino que sí. Hoy vino a mi memoria un artículo que publicó en su blog mi amigo J. Alfredo Díaz García, en el 2013, y lo inicia con la pregunta: ¿En dónde te gustaría morir y cómo?

Os preguntaréis por qué lo recordé, pues porque, lamentablemente, la muerte ha estado más cerca de lo que me hubiera gustado, porque es algo que sucede a diario y evitamos pensar en ello por la magnitud de lo que significa, o de lo que creemos que significa, aunque, como muy bien dice él:

«Se trata de algo ineludible. La Muerte es el predador que está a la cabeza de la cadena, y jamás pierde una sola presa. El porcentaje de éxito de ‘Ezráil(1) es del 100%.» Ezráil es, tal y como describe al final de su artículo, el nombre árabe para el ángel de la muerte.

Creo que ganaría si apostara a que la mayoría pedimos morir rápido, sin sufrir. Sería un shock para los nuestros, pero lo mejor para nosotros y, superado el primer impacto, también para ellos. ¿Por qué?, porque nos aman y les resultaría muy duro vernos sufriendo, porque a nosotros nos dolería coartar sus vidas, convertirnos en una carga, y si pudiéramos evitarlo lo haríamos gustosos.

Mi cómo y mi dónde, me gustaría que fuera viendo algo que suelo hacer de vez en cuando: contemplando un radiante atardecer, en la playa, palpando a plenitud la magia de la paz, aun a sabiendas de que el deber nunca se cumple del todo, pero, por fortuna, nuestros errores, equivocaciones y deficiencias, son superadas por el amor: el que damos, el que nuestros seres más queridos y cercanos sienten por nosotros.

Quisiera poder hacerlo con la certeza de que el dolor de los míos se mitigará pronto, porque aceptan el curso de la vida, y porque saben que nada me gustaría más que verles seguir adelante, felices. 

No es sencillo, la experiencia nos dice que solo el tiempo devuelve la sonrisa, por eso creo que es importante que sepan que no he necesitado nada más que lo que me han dado. Que su dicha y su dolor son mi sentir, y que el que hayamos recorrido el sendero juntos es lo mejor que me ha podido suceder.

Es cierto que no siempre acariciamos la suavidad y la belleza de los pétalos, porque nuestro rosal no es transgénico, así que tiene espinas, como la mayoría; pero su esencia es la que conozco, la que me da vida, la que me alimenta, la que, al fundirse con el olor a sal de mi atardecer, hará que el vuelo de mi alma alcance el elixir de la eternidad.

Quisiera que los colores del ocaso me abrazaran con su luz, su tibieza y su inmensidad. Que la partida fuera serena, al son del saxofón de Kenny G interpretando para mí: “Forever in love”.

¿Qué bonito es soñar, verdad?, hasta con la muerte podemos hacerlo, pero… ¿Qué es la muerte?
Es el paso a un desconocido más allá, la transición a una nueva vida, un todo se ha terminado, el final de la alegría y el sufrimiento… Es el umbral hacia la vida eterna…

No quiero debatir sobre filosofías ni religiones, porque no son mi fuerte, y tal vez nuestra eternidad dure tanto como el tiempo que permanezcamos en la memoria de nuestros seres queridos, o quizás no. 

Quizás tantas miserias y padecimientos que vemos y causamos a nuestro paso por la tierra, sean porque estamos en lo que solemos llamar el purgatorio.

Tal vez, aquí hemos venido a expiar nuestras culpas, nuestros errores, y seguimos haciéndolo porque somos imperfectos y hay momentos en los que ganan los instintos negativos. 

A veces podemos construir más, pero no nos ponemos a ello, otras nos desborda lo mucho que hacemos y sentimos que es hora de hacer un paréntesis, y así vamos. Recorriendo el camino entre tropiezos y aciertos, a ratos ganándonos el derecho a transitar esa temida pero atractiva “High way to hell”, Autopista al infierno, de ACDC, y otros, a subir la tentadora y anhelada “Stairway to heaven”, Escalera al cielo, de Led Zeppelin.

Entender, perdonar y aceptar. Entendernos, perdonarnos y aceptarnos son necesidades imperiosas para vivir, y para que a la hora de partir estemos en paz con nosotros y con los demás. Para que podamos irnos con la mayor serenidad, a encontrarnos con los amores que ya se fueron antes.

Creer que lo haremos es nuestra ilusión y derecho. Hacerlo el misterio que solo después se desvelará...

Sucederá en otro planeta de este increíble y desconocido universo… En otra vida aquí, en esta tierra maravillosa en la que hallamos el paraíso y el purgatorio, y que a veces se transforma incluso en infierno… No sé, en algún lugar, pero los queremos encontrar. 

Tal vez sin reconocernos, pero amándonos como lo hemos hecho aquí, o reconociéndonos... Eso es lo que más nos gustaría.

Los imperfectos de hoy, los inseguros, los que nada sabemos más que amar, reír, llorar, padecer, crecer, soñar… diremos adiós a los nuestros, temporal o eternamente, ¿por qué no decirles antes que no tienen nada por qué sufrir, más que por el dolor que nuestra ausencia les cause?

Digámosles que hemos sido felices gracias a que estuvieron en nuestras vidas, a que nos amaron. Hagámosles saber que son seres humanos maravillosos, con defectos y virtudes. Que sabemos que nos han amado, que han hecho lo posible para lograr nuestras sonrisas, aunque a veces nos hayan causado llanto.

También les hemos disgustado o hecho llorar alguna vez, porque no somos mejores ni peores, simplemente somos y nos equivocamos. 

Lo importante es que intentemos siempre recorrer el camino lo mejor posible, haciendo lo que buenamente sabemos; cuidar, querer, valorar, y también hacerles entender que llega el momento en que necesitamos ese abrazo que nos brinde la luz y la paz que nos acompañen en la partida.

Una partida que quizás sea muy distinta a la imaginada. Tal vez la mía sea dolorosa y solitaria, en medio de la noche. Yo y yo, solas las dos. Si eso sucede intentaré tener presente lo que decía mi mamá: «Hay que llevarse bien con uno mismo, porque nacemos solos y morimos solos»... Ojalá mantenga al menos los bellos recuerdos. 
  
Hoy quiero despedirme con un poema que hice hace años, escuchando a mi principito, el ser más pequeñito de mi familia. Ahora me espera más allá de ese atardecer que me gustaría contemplar con la serenidad y la dicha que su cercanía me daba…, y que su presencia por todo lo vivido y compartido me sigue dando.

Amor incondicional

No soy filósofo ni siquiera orador,
soy tu perrito y te doy todo mi amor.

Entusiasmado y alegre te manifiesto,
lo importante que me siento ante un simple gesto.

Contigo a mi lado estoy feliz y contento,
cuando te vas me invaden la tristeza y el aburrimiento.

Como puedo te hablo, aunque a veces no me entiendas,
y con actitud retozona busco que me atiendas.

Vida y felicidad hallo al entregarme sin medida ni condición,
amarte es la razón que estimula el latir de mi corazón.
Nada es más importante que tu compañía…
Mis orejitas se muestran atentas ante tu pena o tu alegría.

Eres magia que desborda mi orgullo y mi dicha,
con tu enfado me hundo en la desdicha.
Eres lo único que tengo en el mundo,
si me abandonas… quedaré perdido, moriré vagabundo.

Un universo de interesantes aventuras creas para ti,
mi gran fortuna es que en él me incluyes a mí.

Dueño de mi destino, amo de mi abnegación,
pasear contigo es del existir la divinización.

Juntos somos armonía y derroche,
felices en el día, seguros en la noche.
Eres el mejor médico cuando me aquejan los males,
con una mirada y una caricia… dejan de ser mortales.

No habrá jamás quien te pueda sustituir,
ni presencia alguna que haga más feliz mi vivir.


Para todos los que nos esperan en el Cielo.







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