Hoy escribo nuevamente por ti y
para ti, mi bella Venezuela. Lo hago porque eres musa en mi corazón, porque
eres motivo para mi amor y también para mi dolor.
La vida me llevó a conocerte un
día hermoso. Era el año 1969, y me gusta tanto rememorar aquel mágico momento
de nuestro encuentro, que permanece intacto en mí. Casi medio siglo en el que muchas
cosas de entonces se han borrado de mi memoria, pero aquellos instantes, mi
bella Venezuela, siguen tan vivos como mi presente, y recordarlos me colma con
la gran emoción de los mejores momentos de mi recorrido.
Al recibirme compartiste conmigo
ese sol brillante y cálido que te caracteriza, y la tibieza de tu alma me
impregnó con el candor que dio luz a mi vida, y me atrapó para siempre.
Fue amor a primera vista, no
tengo la menor duda, y además correspondido, porque aun con el paso del tiempo
y el cambio de las circunstancias, siempre me haces sentir y vivir momentos
maravillosos y me permites compartir con gente fantástica.
Es cierto que hallo también en ti
razones que me sumen en el dolor, que arrancan lágrimas de tristeza, pero tú,
mi bella, siempre serás la cuidadora de mis mejores recuerdos, de mis grandes
amores.
Tú estarás siempre en ese lugar
que te has ganado y que ocupas en mi corazón y en mi alma. Un lugar especial, único: el de
los sentimientos más profundos y hermosos, el de los más tristes. El de los más
intensos.
Tú, mi bella, eres como la verde
sonrisa de tu vegetación tropical, la que brota con la leve caricia de la
lluvia generosa y se regala preciosa, fecunda. Eres inmensidad azul porque en
ti se conjugan la gran tempestad y la anhelada calma. Apacible y apasionada… el
sueño pendiente y la fe desesperada.
Siempre serás la patria que un
día elegí, y que me brinda el calor de hogar que perdura en el tiempo y la
distancia. La que vive en mí radiante y herida, porque conjugas todo lo bello
con la tristeza y la necesidad que hoy en ti palpitan.
Hoy quiero agradecerte porque eres
mi dicha y mi dolor. Por este sentimiento agridulce que se debate dentro de mí
con la esperanza de que nuestra gente dejará atrás la mustia realidad, y
volverá a disfrutar de tu esplendor; porque sí mi bella Venezuela, tú eres luz,
eres vida, eres paz, eres candor.
Es muy triste ver y sentir tu
realidad, no desde arriba, como invitados, como observadores, sino en la vida
real, en la búsqueda de los alimentos, de los medicamentos, intentando
sobrevivir al hampa, a la inflación desbocada… Compartir el padecimiento de
quienes trabajaron y trabajan con dignidad y esfuerzo, y aun así se ven
privados de lo básico, porque no hay, porque no les alcanza lo que ganan. Porque
a las 7 de la tarde ya no hay tiendas abiertas, porque a las 8 cierran los
centros comerciales, la mayoría de los restaurantes… Porque el toque de queda
lo imponen los indeseables, y si se ha sobrevivido hasta esa hora no hay razón
para arriesgarse. Salir a divertirse o a compartir con los amigos es secundario.
Unos te aman y otros te
destruyen, unos te sienten y viven con impotencia, y otros te imponen el yugo, la
incapacidad… No puedo entenderlo, no sé por qué sucede. No hallo explicación
porque siempre has sido generosa, bella, maravillosa. Siempre has dado, te has
entregado, has admitido y compartido, y, definitivamente, no mereces lo que
estás viviendo. No lo merece la mayoría de tu gente, aunque digan lo que digan.
Injusto es lo que sucede contigo,
con quienes no ganan para comer, con quienes fallecen porque no encuentran las
medicinas que necesitan, con los que penan desde la madrugada en las colas para
comprar comida. Personas que han reducido su alimento diario a una comida, y
tan necesitadas que un señor ha llegado a decirme: “Señora, no sabe cómo la envidio, mis hijos hace meses que no pueden
comer margarina”, yo estaba en cola para pagar la que tenía en la mano,
pero ya se había terminado. Ironías del destino, el hombre llevaba puesta una
camisa blanca con un sello de cada lado, y cada uno identificaba a una empresa suplidora
de alimentos de un grupo afín al gobierno.
Es injusto lo que sucede con la
gente noble que tiene que vivir en barrios y salir de madrugada a trabajar,
viendo como sus familias se reducen a manos de los mal vivientes… Con el que
percibe un ingreso de 22.000 bolívares fuertes, y tiene que pagar entre 750 y 1.500 por un
litro de leche, cuando la encuentra. Injusta es la justicia que cayó en manos
de patrioteros que se dicen patriotas.
Puede que mi memoria me engañe y
no todo haya sido tan bueno como lo concibo, aun así, estoy segura de que
conocí una Venezuela en condiciones muy diferentes, por la que caminaban seres
alegres llenos de vida y sueños. Existencias que sabían que el futuro era
prometedor, que trabajaban con ganas porque contaban con diferentes caminos
para elegir.
Hoy hay solo uno: ¡Sobrevivir!
Sobrevivir a la mal nutrición, a
la falta de medicinas, a no ser un número entre las aproximadamente 30.000
víctimas de muertes violentas que se estima para el 2016, según el Observatorio
Venezolano de Violencia. Un 7 % más que en el 2015, cuando, según la misma
fuente, se contaron 27.875. El Estado, sin embargo, cerró el 2015 con 17.778
muertes por inseguridad.
La esperanza está puesta en la
fe, y la realidad es que, después de lo que vi y viví, no sé si bastará rezar,
aunque estoy de acuerdo en que ni sobra ni hace daño.
Los pasos de mi gente, de tu
gente, de nuestra gente, denotan cansancio, y el andar se va resignando a los
golpes que, a diario, van tullendo sus ganas. Aun así, estoy segura de que en
algún momento las cosas van a cambiar y las sonrisas se adueñarán de tu día a día.
En medio de tus verdes
esplendorosos, de tus radiantes atardeceres, de la belleza de tus campos,
tus playas y tus montañas, en medio de esos paisajes con que nos alimentas y
reanimas cuando nos sentimos exangües, están la vida, la
alegría. Está nuestro mundo, nuestra historia y nuestro amor.
Y, aunque sé que no con la misma
intensidad, porque no es mi día a día, entre la tristeza de tu gente está la
mía. Está en el dolor que siento al ver todo lo que han cambiado sus vidas, al
saber las dificultades que la mayoría pasa, al percibir la frustración que
albergan en sus corazones, porque los tentáculos del mal limitan su presente y su futuro.
Una tristeza que aflora al hablar
con la madre que llora por el hijo que le han quitado para siempre, o la del que
se ha ido lejos y solo, a buscar una oportunidad, no de hacerse millonario,
sino de no morir a manos de algún desalmado lleno de rencor y sin conciencia.
Está al pensar en ese alguien
maravilloso y sumamente importante en mi vida. Alguien con quien compartía mis
mejores aventuras. Aventuras que se han reducido a mensajes que deben cruzar miles
de kilómetros para llegar a destino, y por quién no puedo hacer nada aun cuando
sé que me necesita. Aun cuando le necesito.
En los rostros de los ancianos
que tienen que hacer largas colas porque su paga no alcanza para comprar lo que
necesitan, y sus cuerpos no pueden con lo que les toca vivir. En el terror que
sienten porque tienen miedo a que se armen tiroteos mientras esperan…
Está en las mascotas abandonadas
que hoy deambulan por tus calles, porque sus amos ya no las pueden mantener.
Cómo hacerlo si a duras penas comen ellos.
Está en el luto que viste a
quienes han perdido a un ser querido porque no hay insumos para operarle y
salvar su vida, o simplemente los reactivos para descubrir la infección que, de
tener el antibiótico indicado, podría permitirle seguir viviendo.
Está en el desconocimiento de lo
que ocurre, porque no se informa y no se sabe, aunque tal vez sea mejor así...
En ti están la tristeza y también
el futuro, porque en ti están esos incansables dispuestos a encender la luz a
quienes regresen cuando la tempestad amaine. Los que luchan sin cesar por un mejor
futuro. Los que no vivieron la separación pero sintieron la pérdida, los que
mantuvieron la esperanza y experimentaron la frustración, los que, a pesar de
la impotencia siguen esperando el maravilloso regreso: el de la paz y el
progreso.
Quienes retornen también serán
necesarios, porque igual que ahora son tus embajadores, si pueden y deciden volver,
su criterio y la nueva forma de vivir, de ver las cosas, ayudarán a cambiar lo
que no funciona, a desarrollar una sociedad diferente.
En todo caso, mi bella Venezuela,
es cierto que no te hemos valorado como debíamos, que la imprudencia, el
creernos con derecho a todo, dejar pasar las cosas porque había mucho…, y el no
pensar en las consecuencias de nuestros actos, sobre todo los de los
enchufados, vivos y resentidos, nos llevó a donde estamos.
Lo que se vive es largo y duro,
pero todo tiene un final menos el amor, y amor es lo que tú regalas a todo el
que quiera y sepa apreciarlo, y con amor y por amor a ti volverán la paz, la
libertad y el progreso.
Tú eres el Alma Llanera que nos
hace hervir la sangre en la distancia, porque llevamos tu luz y tu aroma en la piel,
y a ti, mi bella Venezuela, te dedico hoy la canción que canto siempre cuando te
pienso. Es mi dedicatoria personal, porque aun yo siento ese primer beso que me
diste justo cuando era el momento…
¿Qué por qué te quiero? Son mil cosas a la
vez…
Que maravilla de escrito y que triste a la vez Mary, demos tiempo al tiempo para que tu querida venezuela vuelva a ser la que sus paisanos se merecen.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchísimas gracias de corazón Elena, me contenta que te haya llegado, y ojalá que así sea, que el tiempo permita que tus bonitos deseos para Venezuela, que también son los míos, se hagan realidad.
ResponderEliminarUn gran abrazo y todo lo lindo para ti y los tuyos.
Querida Mary que escrito tan maravilloso. Me llegó al alma y al corazón. Me sacó lágrimas. No lo pudiste haber expresado mejor! Dios te bendiga y proteja siempre! Un gran abrazo y un beso.
ResponderEliminarMuchísimas gracias Ana María, siento no haberte contestado antes, pero he estado un poco desconectada. Me contenta mucho que te llegara tan profundamente, ojalá que nuestra bella Venezuela vea luz y vuelva a ser aunque sea solo un poco de lo que un día fue. Un abrazote de corazón.
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