¡Hola queridos amigos!
Hoy me levanté pensando en una de mis palabras favoritas:
libertad, y al hacerlo recordé que cuando era adolescente construía mis sueños entre
frases que terminaban en libertad. Quería:
Vivir en libertad, amar con libertad, disfrutar con
libertad, actuar con libertad, expresarme con libertad, elegir con libertad,
crear con libertad…
La que más me gustaba era: vivir en libertad, porque con ella
podía resumir mi filosofía de vida.
Entonces parecía simple hallar el ansiado contenido de tan
hermoso vocablo. Hoy estoy convencida de que lo realmente fácil es perderlo, y
lo hacemos además con tanta frecuencia que, muchas veces, ni siquiera nos damos
cuenta, hasta que es tarde.
Nos condiciona la sociedad en la que nacemos, desde antes de
hacerlo, y lo hace además lo que leemos, lo que vemos, lo que vamos
enfrentando, con quienes compartimos, lo que vivimos…
Cada cabeza es un mundo, dice el dicho, y cada vida una
historia. Cada convivencia un intercambio. Cada encuentro un aprendizaje…
Somos suma. Suma que nos amolda y nos va llevando por
caminos en los que no suele ser fácil mantenernos y sentirnos libres, por eso, la
libertad, como la tristeza o la felicidad, es más un sentir que un estado.
Nos sentimos libres cuando jugamos en el parque, cuando
construimos nuestro castillo de arena y en él viven la familia feliz o los feroces
guerreros. Cuando vamos solos por primera vez al cine…
Con el transcurso del
tiempo nuestras necesidades para experimentar la libertad cambian, y solo somos
realmente libres si hemos sido lo suficientemente pensantes, analíticos y
racionales, como para tener nuestra propia identidad. Para ser independientes,
y no uno más de la masa que se deja llevar por la gran ola.
Nos sentimos
libres si no nos hemos dejado comprar, y no solo se compra con dinero…
Somos
libres cuando somos capaces de escuchar a los demás, sin exaltarnos sin
insultar, y podemos entender su punto de vista, e incluso revisar el nuestro,
porque lo más probable es que tengan algo que aportarnos, aunque no por eso nos
lo vayan a cambiar.
Nos sentimos libres si somos respetuosos y no permitimos que
ninguna ideología nos ciegue. Si no criticamos ni agredimos, si no intimidamos. Si no coartamos ni juzgamos, porque igual que nosotros necesitamos nuestra
libertad, los demás necesitan la suya.
Somos libres y felices, cuando vencemos los miedos que nos
impiden dar el gran paso que necesitamos para ir en pos de nuestros sueños.
Solo
entonces experimentamos la emoción que nos embargaba cuando éramos niños.
Aquella libertad que parecía no tener límites, aunque la magnitud de lo que
hagamos y sus consecuencias sean mucho mayores y, por lo tanto, más difícil el
lograrlo.
También hay maneras simples de sentirnos libres: contemplar
el mar es tan grato que nos regala una sensación de libertad maravillosa.
Disfrutar
de un paisaje. Escuchar la música que nos gusta y nos hace sentir bien, de
acuerdo al momento. Pueden ser melodías energizantes que nos hagan olvidar el mundo y tener nuestro ratito de libertad, o tan suaves que nos permitan flotar, libres y relajados.
Busquemos nuestra libertad. Libertad de pensamiento sobre
todo, recordando que quien alberga rencores no es libre ni lo será nunca.
Quien
se deja manipular tampoco, y quien manipula es un opresor, pero no vive en libertad
porque lo hace en función de sus intereses, o los de alguien más, y por lo
tanto es esclavo de ello.
No es libre quien tiene vicios, porque ellos le dominan.
No es libre quien tiene vicios, porque ellos le dominan.
Hoy me despido aquí amigos, porque en este momento necesito
desayunar, y es que sí, el hacer lo que necesitamos
nos hace libres, aunque muchas veces sea bien complejo y sintamos que no somos dueños
de nuestros actos como quisiéramos, pero otras es tan simple como hacer algo
sencillo...
¡Hasta pronto y muchas gracias por
haberme acompañado, os invito a un paseo en libertad, aunque sea breve!
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