martes, 7 de junio de 2016

Vivir en Libertad



¡Hola queridos amigos!

Hoy me levanté pensando en una de mis palabras favoritas: libertad, y al hacerlo recordé que cuando era adolescente construía mis sueños entre frases que terminaban en libertad. Quería:

Vivir en libertad, amar con libertad, disfrutar con libertad, actuar con libertad, expresarme con libertad, elegir con libertad, crear con libertad…

La que más me gustaba era: vivir en libertad, porque con ella podía resumir mi filosofía de vida.



Entonces parecía simple hallar el ansiado contenido de tan hermoso vocablo. Hoy estoy convencida de que lo realmente fácil es perderlo, y lo hacemos además con tanta frecuencia que, muchas veces, ni siquiera nos damos cuenta, hasta que es tarde.

Nos condiciona la sociedad en la que nacemos, desde antes de hacerlo, y lo hace además lo que leemos, lo que vemos, lo que vamos enfrentando, con quienes compartimos, lo que vivimos…

Cada cabeza es un mundo, dice el dicho, y cada vida una historia. Cada convivencia un intercambio. Cada encuentro un aprendizaje…

Somos suma. Suma que nos amolda y nos va llevando por caminos en los que no suele ser fácil mantenernos y sentirnos libres, por eso, la libertad, como la tristeza o la felicidad, es más un sentir que un estado.

Nos sentimos libres cuando jugamos en el parque, cuando construimos nuestro castillo de arena y en él viven la familia feliz o los feroces guerreros. Cuando vamos solos por primera vez al cine… 

Con el transcurso del tiempo nuestras necesidades para experimentar la libertad cambian, y solo somos realmente libres si hemos sido lo suficientemente pensantes, analíticos y racionales, como para tener nuestra propia identidad. Para ser independientes, y no uno más de la masa que se deja llevar por la gran ola. 

Nos sentimos libres si no nos hemos dejado comprar, y no solo se compra con dinero…

Somos libres cuando somos capaces de escuchar a los demás, sin exaltarnos sin insultar, y podemos entender su punto de vista, e incluso revisar el nuestro, porque lo más probable es que tengan algo que aportarnos, aunque no por eso nos lo vayan a cambiar.

Nos sentimos libres si somos respetuosos y no permitimos que ninguna ideología nos ciegue. Si no criticamos ni agredimos, si no intimidamos. Si no coartamos ni juzgamos, porque igual que nosotros necesitamos nuestra libertad, los demás necesitan la suya.

Somos libres y felices, cuando vencemos los miedos que nos impiden dar el gran paso que necesitamos para ir en pos de nuestros sueños. 

Solo entonces experimentamos la emoción que nos embargaba cuando éramos niños. Aquella libertad que parecía no tener límites, aunque la magnitud de lo que hagamos y sus consecuencias sean mucho mayores y, por lo tanto, más difícil el lograrlo. 

También hay maneras simples de sentirnos libres: contemplar el mar es tan grato que nos regala una sensación de libertad maravillosa. 



Disfrutar de un paisaje. Escuchar la música que nos gusta y nos hace sentir bien, de acuerdo al momento. Pueden ser melodías energizantes que nos hagan olvidar el mundo y tener nuestro ratito de libertad, o tan suaves que nos permitan flotar, libres y relajados. 

Busquemos nuestra libertad. Libertad de pensamiento sobre todo, recordando que quien alberga rencores no es libre ni lo será nunca. 

Quien se deja manipular tampoco, y quien manipula es un opresor, pero no vive en libertad porque lo hace en función de sus intereses, o los de alguien más, y por lo tanto es esclavo de ello. 

No es libre quien tiene vicios, porque ellos le dominan.

Hoy me despido aquí amigos, porque en este momento necesito desayunar, y es que sí, el hacer lo que necesitamos nos hace libres, aunque muchas veces sea bien complejo y sintamos que no somos dueños de nuestros actos como quisiéramos, pero otras es tan simple como hacer algo sencillo...


¡Hasta pronto y muchas gracias por haberme acompañado, os invito a un paseo en libertad, aunque sea breve!


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