¡Bienvenidos!

¡Hola!

Queridos amigos y lectores, quiero darles la bienvenida a mi blog. Espero que sea de su agrado y que nos sirva para compartir, reflexionar, aprender y descubrir algo positivo en cada entrada.

Me ha costado decidirme a incursionar en este mundo de tecnología, pero aquí estoy, con ganas de escribir. Una pasión que se remonta a mediados de los años 60, cuando, para poder comunicarme con mis padres, empecé a garabatear mis primeras misivas. Tenían cuatro o cinco líneas, tantas como mis años, la letra era grande y difícil de entender, el contenido monótono, y supongo que en un principio las escribía por obligación, sin imaginar que un día como hoy agradecería aquel comienzo.  

Poco a poco se hicieron más extensas. Narraban aventuras sencillas, vivencias estudiantiles que transcurrían en una pequeña escuela de pueblo. Contaban lo mucho me gustaban las cerezas, el olor y el color de los geranios que adornaban el balcón de la casa de mis abuelos… y lo emocionante que era comer con el pequeño Nerón, el perro, los garbanzos de su plato. Lástima que nuestra complicidad terminó bruscamente, cuando leyeron mi escrito.    

Confieso que esperaba las respuestas a mis cartas como agua de mayo. Quería saber de mis padres y de aquella gran capital que estaba al otro lado del Atlántico, en la que había cosas tan raras como televisores en las casas, niños que jugaban en los parques, iban al cine… y en la que casi todos los días del año había sol y calor.

Con el transcurrir del tiempo me llevaron con ellos, pero estaba tan triste por dejar mi mundo, que ni el mágico aparato que volaba como los pájaros, ni todo lo que antes me atraía de la bella Caracas, lograron aplacar mi pena. Una vez más, la correspondencia fue la conexión con mi familia, con mis raíces.  

Cuando llegué a la adolescencia decidí escribir un diario al que mi madre condenó a morir en la hoguera, cuando había alcanzado diez tomos. No la culpo, seguía haciendo garabatos y encima estaban en clave. Probablemente lo consideró una extravagancia que aumentaba rápidamente, así que un día me ordenó que incinerara el montón de escritos que solo servían para tener que limpiarle el polvo. Obedecí, por si al replicarle me pedía que se los leyera.

Paralelamente compuse mis primeros poemas, quería ser escritora. Mis sueños me llevaron a transcribirlos a máquina, encuadernarlos y entregárselos a una profesora para que me diera su opinión. Supongo que no eran muy buenos porque me dijo que la gente no solía leer poemas, que intentara hacer un cuento.

Después de muchos años, y en pos de realizar mi viejo sueño, publiqué “El sabor amargo del cacao fino”, un ensayo del que puedo decir que fue escrito con pasión y con el corazón.

Hoy me hace feliz tener noticias de mi gente, de mis amores, de todos los que están bien y me hacen sonreír con sus logros; e incluso de los que no lo están, creo que escuchándoles, leyéndoles y animándoles puedo aliviar un poco su pena.

Me gusta cuando escribo y me contestan, cuando recibo retroalimentación o comentarios respetuosos, independientemente de que estemos o no de acuerdo. Estoy aquí porque tengo nuevos poemas que quiero compartir, y porque en la vida hay muchas cosas maravillosas que solo se aprecian si reflexionamos y aprendemos un poco cada día… Si arrimamos el alma en todo lo que hacemos. Si nuestro remar es apasionado.

Muchas gracias por su atención, por su amistad, y por estar ahí.